Aquí llega el 1 de Mayo,
aquí llega el 1 de Mayo,
y tu propia voz te dice:
Estás condenado.
con está música en mi mente desperté más herido que cuando me lance a descansar. Una sensación de represión corporal y claustrofobia en el alma albergaba los primeros momentos del día, donde rechazaba la vida exterior. EL techo sobre mi cabeza cada vez más agrietado parecía una tumba que se abriera al cielo. Allí estaba, rodeado de terrazas en una gran explanada blanca frente a las murallas de la gran ciudad. Parecía un paraíso terrenal, cada mesa con su sombrilla y las mesas llenas de comida ligera y bebida. Yo me contaba entre mis amigos hablando de cosas cotidianas.
Todos conocían de mi problema:
que yo no podía como ellos pasar la gran puerta de la ciudad amurallada.
Mi enamorada amiga, mi ideal de mi, ella de rubios cabellos y nombre de la más pura, estaba radiante tomando martinis. sin embargo, pase a esa escena de paz, yo me sentía entre ellos dolorido en mis pasiones. Herido por dentro, donde la herida escocia y me empujaba como un animal agraviado en dirección contraria al cazador. Yo atacaba a mi escozor, la represión estaba cangrenada en mi cuerpo. En un esfuerzo para que no se notara mi corazón entre mis amigos, me levanté para pasar a la ciudad amurallada donde cientos de personas pasaban por gran puerta rodeada de dos torres con almenas donde pendían los pendones al viento con los colores e insignias de mi ciudad.
Una enana calva y con sotana, guardián de la gran puerta de la ciudad al verme me grito.
Tu no puedes pasar.
Las grandes puertas se cerraron con gran estruendo y tocaron las trompetas, asomaron los arqueros dispuestas a asaetarme si insitía en atravesarla.
Yo rodeaba el muro, tocando con las manos la muralla. Caminaba y caminaba, hasta que de repente ,vi mi casa. Asustado entré, y al entrar en el sillón estaba mi amigo Pedro, sonriendo junto a mis perros.
Te compro la casa para que te vayas de aquí- me dijo.
No puedo Pedro, no puedo irme- le contesté con lágrimas.
Venga que te invito a tomar algo-
así me sacó a la calle y caminamos hasta un bar.
De repente, vi que estaba en la gran ciudad. ÉL se fue ,y yo ya solo empecé a caminar maravillado al ver los capiteles y las esculturas románicos y góticos. Todo eran palacios, museos, universidades ricamente decorados. El tesoro para la humanidad de esa ciudad era incalculable, y sus habitantes eran gente riquísima si vivían en un lugar así. Una sombra sentía que me perseguía. Una sensación de quebrantar la ley, el orden jerárquico restablecido, al estar yo entre esa gente de un estamento notablemente superior. Yo los miraba con admiración y con temor. Poco a poco fue creciendo en mí alma palabras contra mi. Vete, vete de aquí intruso, no debes estar entre estas personas civilizadas y superiores. recuerda quien eres, donde vives y que no has terminado nada. vete, vete desgraciado miserable, no puedes estar más entre ellos.
Basta mi amo, alma mía no me atormentes más y guía- me decía.
Así fui a barrios cada vez más tortuosos llenos de gente de aspecto de anarquistas, incendiarios, ninfomanas casadas, perroflautas, terroristas panfletarios, delincuentes, alcohólicos. Ellos me reconocían y me aclamaban:
príncipe, príncipe Angelillo, ya estás en casa.
Loor a ti, hossana en el cielo.
EL 1 de mayo debes guiarnos.
si saber si fue un sueño o estaba despierto , escuché:
Aquí llega el 1 de Mayo,
aquí llega el 1 de Mayo,
y tu propia voz te dice:
Estás condenado.
Angelillo de Uixó.
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