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Poeta en el califato.

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EL califato es un inmenso vacío,

Donde baja  veloz de un rascacielos,

Un silbido ensordecedor,

De cadenas y sirenas,

de un ascensor,

Desplomado  en un sótano,

de París o de Nueva York.

 

Allí voces quietas y olvidadas,

Escupiendo agua por la garganta,

Observan con sus ojos de naufragio,

El lecho de cemento.

Sembrado  de algas que atan a los cuerpos.

Devorados por anguilas plateadas,

Que brotan de las grietas de cemento,

Chupándose su sangre entre ellas.

Vomitando  la carne del festín.

y volviendo a alimentarse por los ojos,

de un  dolor moral que busca el sol,

Dentro de un ataúd made in USA.

 

Angelillo de Uixó.

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Licencia de Creative Commons
Poeta en el califato. by ángel Blasco Giménez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
Creado a partir de la obra enangelillo201.wordpress.com.

La inclinación de San Antonio.

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I.

El rostro de San Antonio parecía el de uno de esos mansos terneros que apacibles pace en las terrazas de montaña o praderas heladas, y cuando medita lo hace de forma humilde arrodillado sobre sus patas entre la pacifica manada, formando todos ellos con sus enormes cuerpos rojos, blancos, negros, un parapeto circular que para el viento, la lluvia, exhalando vapor por las fosas nasales que asciende cómo el humo de las chimeneas en las frías montañas de los valles. Sus dedos ermitaños tocaban las notas más sencilla de la flauta: do, re, mi, sin poder pasar a algo más complicado, mientras luchaba para no cerrar los parpados y recordar a Agraciada, que se le aparecía ataviada con una fina túnica blanca transparente con cintas de oro alrededor de sus hermosas caderas de joven lubrica de grandes pechos tersos de beldad, cubiertos únicamente por su larga y sedosa cabellera morena. Sujetando un canario en la palma de su mano que piaba hermosas canciones de amor avanzaba en su tentación la joven ramera susurrando:

San Antonio, San Antonio, abandona tu inocente castidad y únete a las perras en fiesta, cientos de mujeres cómo yo, amantes de la fiesta, la cultura y los toros, te esperamos aullando lujuriosas, deseosas de ser lamidas, apretadas, abiertas de piernas por tus manos:

aullgggg, aulllgggggg, aulllggggg.

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DO, re, mi suena frenética la flauta de San Antonio en lo alto de una pura loma, intentando alejar los ecos obsesivos en su mente de la voz que le invoca de Agraciada, ofreciendo a San Antonio su cuerpo liberado de la castidad y entregado al placer, a las orgías, a la modernidad de la energía cósmica que alcanzada sin esfuerzo, a través de la meditación en las arenas blancas y aguas cristalinas de Ibiza junto a un chaman negro de Jamaica. Así tres veces al año, sancándole el cabronazo del negro más de mil euros al día para que Agraciada cobrará conciencia de la realidad miserable de las mascotas oprimidas en cientos de hogares españoles, y poder proclamar el amor a los animales, unida junto otras fulanas medio piradas de una protectora de mascotas a la causa. conjugando esta noble actividad que absorbía el tierno corazón de Agraciada, con inclinaciones sociales a la extrema derecha neonazi y antiislámica, apuntalada en su porosa personalidad cómo en otros cochinos aburridos de la vida, perdidos y medio tarados de puro vicio pijo formando la nueva ola de ecologistas respetuosos con el medio ambiente, las autoridades, la religión, el capitalismo y las tradiciones occidentales.

San Antonio gritaba ladera abajo, llorando, sin saber si estaba despierto o dormido, con la mente de las jóvenes perras en fiesta danzando cómo amazonas salvajes dispuestas a agotar a los hombre a través de su sexo:

No, no, largo Agraciada. No me uniré a la fiesta ni a ninguna organización de pijos ecologistas fornicadores, largo de aquí puta de babilonia.

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II.

Sonaron las campanas un día de enero , y fueron arrastradas con cadenas, con bozal, metidas en jaulas o montados sobre  las bestias, entre gritos de exaltación de la fiesta nacional y hecatombes, la tradicional procesión del día católico de los animales.

la publicidad de los actos se quedaron en el monte, colgada de ramas, al igual que la basura de la fiesta, esparcida entre las eras.

San Antonio,un santo casi analfabeto, era capaz de leer algunas palabras, y con la dificultad de un espíritu puro que vivía cómo un ermitaño entre los montes, sin que el estar apartado del mundo le sirviera para que el mundo y sus ojos se olvidarán de él, al final pudo entender el mensaje de los dibujos con toros humillados por mujeres desnudas montada arriba de sus negros lomos, con jarras de cerveza hablando de cultura mientras pedían ser poseídas a la vista de todo el mundo, incluidos los animales, por una panda de farandules que reclamaban una cruzada nacional en defensa de la fiesta nacional.

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Confundido con aquellas visiones imprimidas en la publicidad que azotaban el deseo funesto sembrado en su mansa alma en las noches de ventisca, donde agazapado en su cuerva, situada en lo profundo de un agujero cubierto de encinares, el viento huracanado penetraba en aquel agujero despoblado de más utensilios que una escudilla, varios chuscos de pan y un cántaro de agua. La verdadera tempestad se desataba en su interior, que luchaba con la exterior, y arrasaban ambas el cuerpo de san Antonio que caía presa de agitaciones nerviosas, febriles,repleta de dolores internos tan grandes cómo cualquier herida mortal producida en el cuerpo por un arma. Los deseos incontrolados, las fantasías brutales, se plasmaban en visiones, voces de San Antonio dentro de la cueva en la que desfilaban princesas rubias desnudas, esclavas musulmanas de ojos almendrados y misteriosos cómo las estrellas quitándose los velos, diosas Griegas que arrojaban su dignidad y orgullo a sus pies, faraonas de Egipto. las noches, una tras otras,  sentía vencida la fuerza de su castidad, transformada en una profunda desesperación vertiginosa que le llevo a una depresión histérica que le hacía no poder acercarse a ninguna persona, al sentir un profundo asco hacia las perversas pulsiones de la humanidad, pese a sentir las naturales inclinaciones hacia la belleza de las jóvenes putas de cuerpo hermoso, y un corazón de mierda que latía en su interior lleno de la suficiente falsedad para no tener problemas en la sociedad, y que nadie más que un santo cómo él pudiera señalarlas con el dedo a las muy cabronas. Aunque ellas se vengaban por la noche buscándole desnudas.

AGGGGGGG

EL horror,

el horror,

el horror,

gritaba cómo loco san antonio en la más absoluta soledad al pensar en las mujeres.

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Para san Antonio, ellos eran igual de  cabronazos que ellas, pero no tener contactos con ellos no le representaba un trauma, ni le provocaba levantarse presa del deseo febril por las noches, dolorido cómo un animal herido y erecto. San Antonio fue vencido por su propia castidad . por ello no fue comprendido por nadie cuando lo hallaron los forestales con una gallina entre sus piernas que abatía las alas y cloqueaba mientras san Antonio la besaba.

EN el juicio el juez se portó cómo un autentico asno al no tener en cuenta la sensibilidad de san Antonio y su profundo amor a la vida. Él juez  veía  un monstruo en alguien incapaz de comer una tortilla, o de romper un huevo.

III.

El tren de la indignidad se detuvo en la parada zoofilia. En el anden había  ponnys de grandes penes, perros con la lengua fuera, gatas ronroneando, gallinas subidas de tono, y san antonio con miembros de seprona que le desearon suerte. Al subir a nuestro vagón note que su aspecto sobresalía en majestuosidad al resto de viajeros. Lo rodeaba una aura de santidad, era cómo mirar al niño Jesús, pero regordete, calvo y con una gran barba blanca y algo nervioso en los gestos, y la mirada dirigida a todas partes, esquivando al resto de personas.

Caminaba buscando asiento, nuestro compañero, el judío heroinómano había ido a buscar algo de heroína en el anden. Yo le dije que se sentará con nosotros.

Nos contó que acaba de salir de prisión, y no tuvo reparo en contarnos porqué, al fin y al cabo allí todos eramos hermanos de viaje sin importar la tara.

Has cumplido condena por otros san Antonio, por todos los grupos pro taurinos- le comente sabiendo que en este mundo donde la gente solo se dedica a hacer el hijo puta al prójimo, al final acaban pagando unos por otros.

Teresina se conmovió al saber de la vida de San Antonio, y me confesó que si no fuera porqué estaba muy enamorada del joven testigo de jehová, le pediría ser su mujer y padre putativo de su hijo ciego.

Mejor padre no tendría el chiquillo- le asegure yo.

Angelillo de Uixó.


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Las aventuras de un judío ortodoxo heroinómano.

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Interpolación musical: layla de Clapton


Nos alejábamos de los soldados de la estación Mahoma, que se quedaron mezclados con la población civil con sus metralletas apuntando a las flores, a los vendedores ambulantes morenos de piel, a las jóvenes prostitutas, a los traficantes de hachís y chulo putas, que sentían su negocio protegido y en auge gracias a la entrada de cientos de policías y de soldados para vigilar, y dispuestos a consumir drogas y mujeres cuando no tuvieran que estar de guardia. Varios de nuestros nuevos compañeros musulmanes, expulsados de La meca city , y subidos al tren de la indignidad estaban abrazados a los asientos de delante como los amantes se abrazan en los jardines. El tren mecía sus frentes reclinadas sobre el terciopelo desgarrado y grasiento, y el sol se deslizaba ligero sobre sus rostros mientras la locomotora silbaba hacia la siguiente estación llamada Éxodo.
Apiñados en el lavabo del tren orinaba a mi lado un hombre cuyos dorados bucles le colgaban del pelo bajo un sombrero de riguroso color negro, cómo su traje, entre las piernas sujetaba un violín.
Me miro.  debieron serle familiares los rasgos de mi cara.
He de decir que mis facciones son fácilmente identificables, solo pueden ser la de un español:

moreno de piel, bajo, corpulento pese a estar delgado, caderas finas, con las cejas muy pobladas y negras formando dos arcos romanos perfectos, pelo castaño, ojos pardos , y con nariz de tamaño medio, ni fina, ni aguileña, ni excesivamente gruesa cómo la de los franceses:
español.
¿ español?- me preguntó.

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De familia hidalga, adarga en ristre, y dispuesto a dejar un rastro de sangre allá donde fuere por el honor, y por defender mis ideas contra el resto – le conteste sujetando mi enorme pene, mucho más grande que el de mi compañero de urinario.
Yo vuelvo a mi tierra,después de haber estado exiliado años y años, errante por Europa y América, sin pegar ojo, dando vueltas de un lugar a otro. La conclusión que he sacado, es que aunque en tu país te hayan tratado mal, es mejor  ser un judío en Israel, que serlo en España, donde he vivido, cómo en América e incluso que en Alemania. Quiero regresar a casa,  ver  caras familiares, aunque me escupan más que en Francia, que es de donde vengo harto de los franceses- comentó con melancolía tras subirse la cremallera y recoger  el violín.
¿Sabes tocar a Claptón?- le pregunte con acento español mientras salíamos al pasillo.
ÉL me sonrió, puso el violín en el hombro calentando con el rif de layla, que sembró con un canto de chicharras ardientes mi alma embriagada.
!asombroso judío !- exclame buscando flores, que es la manera española de agradecer al músico su arte, pero no encontré.
¿ quieres tomar asiento con mi compañera y conmigo ,y hablamos? – le pregunte dándole mi mano de español, aunque él fuera un judío.
Sera un honor para mí. Pero antes debo hacer una cosa-

Sacó del bolsillo un frasquito con heroína a la que me invito.
Ya la he dejado- le conteste algo tentado.
ÉL volvió al cuarto de baño para hacerse la heroína.
Yo le espere silbando layla en la puerta cuando llegó un seguridad del tren. Iba a pasar al lavabo, lo entretuve para que terminara de colocarse mi nuevo amigo.
Jefe, no hay papel higiénico en los servicios, es una vergüenza, ¿ a quién debo reclamar?- intente frenarle.
El segurata, un tipo de casi dos metros con la cabeza pelada y vestido de negro me miro con asco.
Yo que coño se. No me emplees palabras chungas conmigo, reclamar, reclamar, hizo gestos de anormal repitiendo cómo un idiota mis palabras haciendo cómo que lloriqueaba, suena a maricón. en la siguiente parada haz una queja tan grande cómo una mierda, hijo puta- me respondió categórico dándome un empujón para pasar en el momento en que salia sonriendo mi amigo el judío.
EL segurata iba a decirle algo, pero al ver su aspecto sionista calló. Tenía orden de no meterse con los judíos. Entró el mastodonte para hacerse un tiro de cocaína que sonó a gran distancia el brutal esnufido.
El judío y yo nos giramos asombrados al escucharlo:
Joder-exclamamos asombrados.
EL segurata salió dando un gran portazo. paso por nuestro lado insultándonos:
asquerosos maricones os voy a meter.
Pero no hizo nada.
¿ Cómo te llamas?- le pregunte al judío para presentárselo a teresina.
Hervás- contestó.
Teresina estaba hablando a su bebe ciego del padre que buscaba para él,pronto se uniría al joven testigo de jehová.
Pronto tendrás un montón de hermanitos- le canturreaba a modo de nana al pequeño ciego que se movía cómo una culebrilla que solo tiene bien el sentido de tacto para guiarse, y lo hacía agitándose entre las manazas de su madre sintiendo el calor familiar de mama, del que parecía intentar escapar.
Teresina, te presento a Hervás- le dije señalando al judío.
Este se sentó a nuestro lado y empezó a contarnos que deseaba volver a su tierra, de la que se fue para prosperar. Había estado en cientos de países, y varios continentes, pero no consiguió prosperar pese a presentarse en las comunidades locales de los diferentes lugares cómo un judío ortodoxo nacido en Israel. Incluso una herida de moto la hacia pasar cómo herida de guerra contra los palestinos. Y aunque al principio le ayudaban esas comunidades, al final siempre acababan expulsándole o sintiendo indiferencia por él. Esa era la historia de Hervás.

La historia de Hervás:
Veréis, yo trabajaba en primera línea del frente, en las colonias de los altos del Golan. La vida allí era más dura que en otras partes del mundo. La principal economía eran las granjas. Entonces yo era funcionario de Israel gracias a una plaza del gobierno. Me dedicaba en asesorar a los colonos en recortar los gastos en la alimentación de los trabajadores musulmanes. Y la verdad ,lo hacia muy bien. El trabajo lo conseguí gracias a la reputación de mi abuelo. Mi abuelo  fue un judío que murió en un campo de exterminio nazi, muy contento con lo austero que eran los alemanes. Incluso discutía sobre la materia y la ciencia del racionamiento con el coronel Oto Von Clint. El abuelo dejó a Papa, que se traslado a Israel cuando lo fundaron,  un ensayo calculando hasta donde puede exprimirse a un hombre trabajando con el mínimo gasto en su manutención. Solía decir que con un haba podía comer una familia entera un día si se administraba bien. En odessa obtuvo la experiencia necesaria para su ensayo teórico, porqué  las leyes alemanas de hitler no  dejaron al abuelo practicar con los empleados checos de la tienda de plumas que  regentaba en Colonia. la ironía fue que el abuelo no consiguió vivir al programa de austeridad alemán del campo, solo sobrevivió su ensayo. Dicen que solía decir a los otros reclusos que los alemanes eran sus alumnos más aplicados en ahorro, lo que les hizo pensar al resto de presos que el abuelo era un héroe que chuleaba a los alemanes.
Yo era fiel a las ideas del abuelo, que era muy famoso en la aldea, aunque nunca lo habían visto, solo sabían de él que murió como seis millones más de judíos, por eso me dieron la plaza.
El caso es que acabe matando de hambre a medía docena de trabajadores musulmanes en dos semanas, todo un récord, y los granjeros empezaron a desconfiar de mis habilidades. EL gobierno me quito la plaza y me vi en la calle.
Recorría Jerusalén buscando trabajo, mi único sustento era hacerme fotos para los turistas en el muro de las lamentaciones a cambio de propinas.
De vez en cuando, llevaba a marines norteamericanos de excursión al Sinai, trataba de explicarles la historia del éxodo familiar a marines negros desacostumbrados después de estar tantos años en América a los climas duros de los que procedían. Los marines se habían amariconado, es la verdad, a 45 grados de temperatura perdían el interés por las excursiones al desierto, y la verdad, esos cochinos negros mucho interés cultural no tenían , en cuanto te girabas te montaban un partido de baloncesto. me pedían que volviéramos a Jerusalén, cerca de las heladerías y ventiladores, y yo me quedaba sin mi propina. A los marines no les gusta israel, demasiado calor, mujeres feas y todo viejo. Los marines no comprendían una puta mierda que hacían allí. Les caían tan mal mi pueblo, al que debían proteger por culpa de su presidente, como los musulmanes. Yo hasta creo que incluso les caíamos peor nosotros. La mayoría de soldados tomaban heroína y otras sustancias para aguantar su puto destino. todos soñaban con un destino naval en Hawai. Así fue cómo acabe conociendo la heroína, por culpa de los marines, con los que acabe metido en problemas.
Veréis, un día de mucho calor, hacía 54 grados- Yo estaba con los marines que  no hacían más que tomar coca cola helada. fui a mear. Meando he conocido a mucha gente a lo largo de mi vida. Había meando un oficial al que le hice un comentario tonto. Este oficial tenía una peculiaridad, era un enano de caballería. Formaba parte de un programa de enanos que montaban a caballo por ser los más adecuados para esto. Los caballos son muy importantes para enfrentarse a la gente del desierto. El puto joquei estaba intentado mear en el urinario de oficiales de aviación, pero no podía, no llegaba, y daba pequeños saltitos para hacerlo.
yo al verlo le dije:
Los niños mean fuera.

AL escuchar esto el hijo puta se encaro hacia a mi con una fusta de domar caballos, cargado de una fiereza que jamas he visto, le salían chispas de los ojos. empezó a pegarme hasta casi matarme.
Después de eso no me dejaban acercarme a la base.
Cómo no tenía trabajo, y en Israel me consideraban un vicioso por mi adicción a la heroína, al final me tuve que largar.
Toda Israel me conocía, y escupían a mi alrededor nada más asomaba por el muro de las lamentaciones. Ni lamentarme me permitían. Me tenían resentimiento, o bien por haber matado de hambre a los trabajadores musulmanes obligando durante unos días a trabajar a los colonos que se veían en ese duro trance por mi culpa. Hasta corría el rumor entre los granjeros de que yo era comunista, o bien su resentimiento hacia mi  se debía a mi adicción a la heroína que estaba muy mal vista en Israel por entonces.  Así que proscrito, tuve que emigrar a lugares más comprensivos. Pero la verdad es ésta: que no los hay para alguien cómo yo, por eso he acabado en el tren de la indignidad de regreso.
Angelillo de Uixó.

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Prensa liberal y policía detienen a Mahoma.
Tercera parte del tren de la indignidad.

Tano Cimarrosa

Nos habíamos apeado en la estación Mahoma. Por la ventana se veían a cientos de inmigrantes bosnios, argelinos, marroquís, rumanos, mejicas, peruanos, vagando de un lado a otro con carritos con garrafas vacías para llenarlas de agua en las fuentes publicas, mujeres jóvenes morenas, negras, blancas, y niños malnutridos, sucios, mellados, con fardos de ropa caminaban asustados por la acera. La cruz roja y cáritas no paraba de lanzar arroz desde las terrazas que los pobres cogían con las manos. Las casas de bloques se mezclaban con los minaretes de una pequeña mezquita ,y el campanario terminado en una bóveda azul de una iglesia. El tren de la indignidad tardaría varias horas en arrancar. Al estar muy hambrientos y sedientos nos fuimos a buscar algo para echarnos a la boca.
Unos jóvenes hippies tocaban la guitarra y un viejo tam tam. abrazaban a la gente perdida de todos los países y razas, y les ponían flores en el pelo. algunos inmigrantes cansados ,se sentaban con ellos a escuchar la música hindú que tocaban unos catalanes. Perros sin dueño vagaban tranquilos bebiendo de los turbios charcos y rascándose las pulgas que saltaban a las mantas de unos colombianos que se exponían a la venta flautas y castañuelas.
Toca bajar Teresina y buscarse la vida, el vieje es largo- le dije a teresina que observaba suspirando de emoción cómo una perra abandonada y la mar de fea era montada por un perro extraviado.
Venga teresina, debemos salir- le recordé mientras soñaba despierta llena de ternura ante la estampa de los perros fornicando. Era obligatorio bajar del tren de la indignidad en las estaciones y mezclarse con todo el mundo de forma tolerante.
Nos adentramos por las calles adoquinas, estrechas, con olor a arroyo sucio de las callejuelas cercanas a la estación, que se alargaban hasta el centro de la ciudad, donde las calles estaban llenas de lujosas tiendas a las que nadie de este lugar llegaba a entrar nunca.
Un pobre atraía a gente desesperada con una canción terrorista bastante estúpida:

Canto terrorista de un muerto de hambre que sufría tirones de estomago:

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Oh dulce explosión y aparición de la muerte,
me llenas de Fe en la belleza de tus llamas,
galopando cómo una legión de jinetes leprosos,
cabalga, cabalga, cabalga,
la carne picada y quemada,
es un alegre desfile que agrada a mi vista.
Oh ,soy un enamorado de la muerte
bom, bom, bom, bom.
bom, bom, bom., bom.
dulce explosión,
que abrasas de emoción mi corazón.

El pobre se apretó los dientes que chirriaron de gusto cuando vio llegar a la prensa, y la policía. Los pobres desgraciados congregados allí:

negros con tifus, desempleados blancos , gitanos que tenían que ir a por leña para cocinar sopa de pan y agua, mejicanos sin fuerza para hacerse una paja de tan cansado que estaban por la pobreza que agota hasta las ganas de vicio. Salieron de su estado de agitación entusiasta por la fantasía redentora e infantil imaginando subliminados por el poema, que el gobierno, causante de todos sus males, saltaba por los aires, y cómo un gobierno que revienta de un cañonazo revolucionario, se disolvieron al ver a la policía y la prensa que llegaba. Yo busque a teresina para huir. No era el momento de hacerse el valiente con los poderes del estado. Ella compraba leche de coco para su hijito ciego que colgaba en su mochila a su espalda gimiendo de hambre.
Corre, viene la pasma.
Agarre su mano y el vendedor de leches empaquetó con una sábana los tarros de leche de coco y se largó también corriendo.
Nos alejamos por un callejón mientras la policía empezaba a golpear al pobre desgraciado poeta por hacer apología del terrorismo. La prensa hacía fotos del terrorista poeta más pirado que una cabra el hijo puta, pues les decía que le pegarán más fuerte hasta matarlo. un periodista vestido con gabardina escribía el titular entre los gritos de placer del apaleado:
EL terrorismo ha muerto.
Por los callejones donde corríamos había periódicos tirados y abandonados cerca de las papeleras, cómo la gente del lugar.

Los periódicos ufanos de triunfo en su tinta, después de que unos jóvenes musulmanes desesperados habían ametrallado a varios periodistas, que a su vez había sido ametrallados, servían de abrigo a los pobres que se protegían con su gruesa piel del hielo de la mañana. Sobre los cuerpos de los vagabundos que roncaban se leía:

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Nunca podrán silenciarnos.
Somos más fuertes que ellos.
Jaque mate al terrorismo.
Tu libertad esta segura con nosotros.

Ustedes dos, identifíquense- nos ordeno un agente con la pistola en la mano apuntándonos.
Yo pensé que lo mejor era que supiera que viajaban en el tren de la indignidad, es decir que estábamos fichados. Diciendo esto se limitaría a darnos unos cuantos golpes para que nos portáramos bien, y se iría satisfecho con el deber cumplido.
Tranquilo agente, solo somos viajeros del tren de la indignidad que hemos bajado a buscarnos la vida. ¿ Sabe donde hay leche para el niño?- le pregunte.
EL policía con toda su metódica brutalidad me pegó con su porra en la cabeza; una brecha de sangre asomo y teresina escapo.
Ve al tren- le grite.
recibí varias patadas sin resistirme, ya que siempre es  esta la  mejor actitud en estos casos, así te pega menos la policía, si te haces el muerto cómo señal de sumisión, te suelen respetar la vida.
Quede en silencio en posición fetal sin respirar. el policía me tomo el pulso y le escuche decir:
Bueno chico, no se si te he matado. Ahora me voy a ir, y pasare dentro de 10 minutos, si estás aquí todavía significará que no te has muerto, y terminare de matarte.

Yo seguí en silencio, agradeciendo sus palabras, hasta que se escucharon el ruido de sus pies alejarse.
El tren de la indignidad iba a arrancar cuando llegue magullado y hambriento.
La policía estaba montando a varios musulmanes esposados en el vagón de cola, reservado para terroristas de barrio. Desde la prensa , púlpitos cristianos cercanos al Papa,  acusaban de terroristas a estos jóvenes desintegrados, humillados, empobrecidos y embrutecidos por un estado antimusulman   represivo.
En la estación Mahoma, la policía y la prensa había obligado a hacer una manifestación en contra del terrorismo.
había mucho teatro en la manifestación, al igual que había teatro en toda la prensa hablando del ametrallamiento de unos periodistas. Realmente, ante el atentado terrorista estaba todo el poder y la prensa entusiasmados, porqué desde ahora sería más respetable y excusable registrar, censurar, fichar y matar a los pobres musulmanes, y no musulmanes.
A mi un policía, con aire de agente respetable me invitó tras darme dos hostias a modo de alto, una a derecha y otra a izquierda, de que cogiera un cartel que decía no a la violencia terrorista.
Un concejal nos daba un discurso desde el atril. Era según nos explicaron la persona más indicada para hacer esto, pues su hermano había muerto de un ataque al corazón de un susto cuando le enseñaron unos niños pobres disfrazados con un pasamontañas una pistola de agua gritándole:
te vamos a matar.

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Cabreado, lleno de ira hablaba el concejal de derechas:
Hoy estamos aquí para hablar de tolerancia y respeto tras los atentados.
Todos vosotros, los que viajáis en el tren de la indignidad , sabéis lo que es el respeto y la tolerancia.
Y para protegernos de que los terroristas nos roben, nos agredan, nos dejen en la miseria y acaben con nuestra vida, como hicieron con la de mi hermano, vamos a tener que hacer un esfuerzo conjunto y tolerar que se recorten algunas libertades, y se derramen litros de sangre. Sangre de miserables piojosos, de desgraciados. No creo que eso importe en nombre de la seguridad. ¿ verdad?
El concejal nos miro a todos, y volvió a decir:
¿ verdad?
Nos obligaron a aplaudir, la prensa y la televisión recogieron nuestros aplausos. yo salía en la tele silbando de la alegría, cuando un tiro de un policía a alguien que protestaba contra la tolerancia, dio la señal de que montáramos al tren de la indignidad. Ya molestábamos. Lo hicimos chafando al pobre ejecutado que yacía sobre un charco formado con su propia sangre que pasábamos mientras nos cargaban cómo borregos a la siguiente estación.
Angelillo de Uixó.
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