A ras

Posted: July 22, 2014 in capitalismo, represión

A ras.

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La mano de una anciana enlutada ,sujeta cerca de su cabeza una lampara de gas. Ilumina con su lampara la ventana de un pesebre Palestino donde se ha refugiado su hijo y su nieto.

Los ojos contra los cristales, el pelo ondulando cayendo en mechones rizados junto la luz amarillenta que silba. La boca abierta y congelada, los ojos cosidos por alambres frente a los cristales. Cae la lampara al suelo y se apaga la visión.

El toro ha vuelto la cabeza hacia la anciana, que sigue allí quieta.

Exclama alzando la frente corneada por la existencia:

ya no tengo miedo a Dios.

Una cabeza muerta, observa descompuesta la viga del techo. Sus ojos miran la suela de unos zapatos.

ojo

Relincha un caballo de cascos repletos de la negra sangre que chafa inquieto.

Relincha el caballo con ganas de salir por los espacios infinitamente amarillos de las dunas, y galopar aplastando y destruyendo la vida, hasta detenerse sudado y exhausto, en un oasis donde amar todo lo bello que hay en la existencia.

caballo

Varios soldados judíos, en una esquina del pesebre , cenan indiferentes los alimentos de los difuntos.

Encienden la luz entre aplausos y salen a recibir a la vieja que ve a su hijo esparcido y derrotado bajo su nieto que cuelga ahorcado con la cabeza inclinada y la lengua fuera.

Besa la abuela los zapatos, mientras los judíos inmortalizan el momento consagrado a su DIOS con sus cámaras fotográficas, desafiando a la capacidad de amar y de entender de la humanidad.

La vieja sobre su hijo y bajo su nieto, que péndula del aire girando lentamente, haciendo sonar la cuerda que se lamenta con un chasquido monorítmico.

Ya no tendré a nadie a quien cuidar, ni por los que sufrir desvelos- exclama la anciana besando los zapatos de su nieto que la mira con ojos de mártir.

Los soldados, ajenos e indiferentes al dolor de la anciana, escuchan y observan, cómo si se encontrarán ante un animal que merodea y husmea ante el cadáver se su prole.

La anciana se arrodilla ante los soldados.

Abre los brazos cómo una tórtola exclamando:

Ahora soy libre de que hagan conmigo lo que quieran.

Uno de ellos se coloca a su espalda, y baja el resolver hasta la nuca.

En el pesebre hay un par de palomas arrumándose juntas, dentro de un nido de heno metido en la jaula.

Un soldado las saca a la calle.

Las palomas, con sus picos de pequeños alfileres, apuntan al cielo.

El soldado abre la jaula, y la pareja de palomas abren las alas para salir.

Un par de tiros las derriba y caen ensangrentadas a sus pies.

Varias mujeres cansadas y abatidas, con sus pechos flotantes cómo lunas perfumadas, entre los que tiembla la carne de sus niños que llevan en sus brazos.

Los soldados les dan una orden que anuncia la ausencia de sus hijos.

Un llanto que supera cualquier bomba, que forja una mordaza dolor, que traspasa y hace añicos la humanidad, estalla en grupo de madres, cercadas cómo res de un rebaño.

Los judíos les dan la orden de que dejen los niños en el suelo.

En un intervalo de lucha, de empujones, de gritos, les piden confianza, les dicen que los judíos son humanos.

Cansada, abatidas, se retiran.

Son apartadas las mujeres unos metros.

Los bebes, los niños son colocados en fila en el suelo, con sus bracitos hacia los cielos, bajo las parpadeantes estrellas. Se escuchan los relinchos de los caballos, mugidos de toros y un motor.

De repente un jeep sale del pesebre con las luces encendidas chafando en un instante los niños.

Los soldados judíos entre risas sueltan a las mujeres que se arrodillan entre el caldo, la papilla de sus hijos, que besan y beben.

Angelillo de Uixó.


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Creado a partir de la obra en https://angelillo201.wordpress.com/

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